lunes, 4 de agosto de 2008

La cuidad de la furia

Buenos Aires ya no era lo mismo. El humo agobiaba a la sociedad y la misma se transformaba en un don nadie.
Los días eran eternos, las tardes interminables y las noches irreconocibles. El aroma que deambulaba por la ciudad no era el más apropiado. Una constante nueve de humo dejaba atrás lo que alguna vez había sido, una espléndida ciudad.
Con el pasar de la horas y de los días, Buenos Aires se transformaba cada vez más a la famosa ciudad de Londres; donde fácilmente podría relacionarse con las novelas policiales de Sherlock Holmes.
Todo iba quedando atrás. Los edificios ya no respiraban, la gente ya no caminaba, todo se encontraba desierto, tan sólo existía una sola cosa, un ”intruso”. Ese intruso que lo único que hacia era invalidar la vida, transformándola en una pesadilla de la cual muchos querían despertar. Sin embargo, fue un sueño eterno para varios, del cual no levantarían jamás.
La respiración se agitaba cada vez más, los rostros pálidos caracterizaban las calles porteñas y las caminatas ágiles y apresuradas era el marco en el cual se vivía. Nada era normal.
Este extraño sujeto era noticia en todo el país. Buenos Aires, ya no era Buenos Aires, era una ciudad oculta, una ciudad fantasma, donde nadie era parte de nada, donde la ciudad era lo mas parecido a una escena de terror y la gente la presa mas buscada.
Todos los medios lo nombraban, era el protagonista del momento, era el que ocupaba la tapa de los diarios, era la noticia con la que empezaba un noticiero y era el tema del cual se hablaba en las radios. Era él lo más importante del momento, era lo que nos hacia llorar, el que nos hacia no poder respirar y el no poder vivir en paz.
Todo eso fue durante mucho tiempo. Después de varios días interminables y agotadores, ese espantoso intruso fue desapareciendo de a poco. Los rostros de la gente comenzaban a tomar color, las cimas de los edificios ya se podían ver y las calles volvían a tener movimiento. Poco a poco la normalidad se fue asentando en la vida cotidiana.
Las largas noches sin dormir y los días abrumadores habían terminado, solo quedaba los recuerdos intoxicados de personas débiles y frustradas.

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